Unos cuantos gritan enfurecidos e indignados, la ira daña el mensaje y todo se vuelve violencia.
Otros se esconden entre el gentío que sigue el rumbo de la conveniencia, del pan seguro y el aplauso como agradecimiento.
Otros huyen vendiendo la esperanza y pintándose la cara del color conveniente para llenar el bolsillo, unas monedas que quitan el hambre unos días, sin futuros ni preguntas sin pensar que pasará con los hijos que faltan por nacer.
Otros no se enteran de que pasa con el hambre, los derechos y los finales tristes de glorias sin comienzo, dan una moneda en los semáforos, compran la artesanía de moda y se disponen a modelar su estatus en lugares muy lejanos a nuestra realidad.
Otros caminan horas para aprender a sumar, viajan a diario un cuarto del día para ganarse unos pocos pesos para sostenerse muchos días, toman para ahogar la pena de la realidad y desatan la frustración al llegar a casa con una mujer llena de miedo y unos hijos que no tienen la culpa de querer sonreír.
Otros simplemente mueren de hambre.
Otros nos damos cuenta, de ahí la decisión es caminar o parar.
Diverso e insensato, glorioso y detestable, así funciona la sociedad aveces ciega, aveces muda, la valentía dura unas horas y la vergüenza nos frustra mas.
Si ahora grito en el silencio de la noche nadie me escuchará, si mañana lo hago en un plaza llena de gente ¿Cuantos me miraran a los ojos y se unirán a mi queja?
Se necesita valentía si se quiere libertad. Se necesita amor del bueno para liberar el odio del pasado.
Se necesita que el grito no dure lo que la noticia en el periódico, se necesitan manos limpias o por lo menos arrepentidas para reconstruir lo dañado y limpiar lo que aun sirve.
Los malos son mas, pero no es motivo de multitud ganar una batalla. Una idea bien hecha o una palabra bien dicha es la mejor herramienta para vencer. Aporto lo que sea necesario para asegurar por lo menos una vejez tranquila.